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martes, 13 de septiembre de 2011

Dos buenos consejos

Cuando Gabriel García Márquez visitó al famoso autor de radionovelas Félix Caignet para llevarle el mamotreto de La Casa que al momento de publicarla se llamaría “100 años de soledad”, quiso escuchar su opinión sobre su obra. Caignet lo escuchó, lo leyó y lo admiró, pero le dio dos consejos que él consideraba los dos grandes secretos del arte de la narración:

1-       Para mantener cautiva la atención del lector, tenía que suceder siempre algo en cada párrafo (una mosca que vuela, un vaso que se rompe), porque a la gente lo que de verdad le gusta es que le cuenten cuentos, no que le hagan prolijas descripciones y tediosas disquisiciones.
2-       Que la licencia del hipérbaton no siempre se aviene con la felicidad de la narración, por lo que el autor y el lector encontrarán en cada párrafo frases incómodas, estorbosas sobre las que deseamos pasar como esquivándolas. Por ejemplo, que no debe escribirse “en la casa de María, ayer” sino “ayer, en la casa de María”.



Buenos consejos de los que pienso tomar nota.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

En el valle de las dudas

Era inevitable, ha pasado bastante tiempo y no he trabajado en mi historia, las dudas están aflorando en mí. Abriendo un poco el alma, estos son los interrogantes que me invaden:

¿Soy capaz de escribir una historia completa?
Escribir una historia requiere de mucho desarrollo, trabajo de investigación, imaginación y de herramientas literarias. Me pregunto si dispongo de esas cosas. No nací escritor y no me he preparado para ello, simplemente en estos años han nacido inquietudes en mi que me han llevado a creer que puedo escribir, pero dudo si soy capaz de hacer algo bueno.
¿Tengo las fuerzas suficientes y el ánimo necesario?
He leído de muchos escritores que se han dedicado exclusivamente a la tarea de escribir su historia. Como Flaubert, que por suerte no tenía apremios económicos y estuvo cinco años viajando, buscando inspiración, escribiendo, puliendo y cincelando su gran obra Madame Bovary. Muy distinta es mi realidad, lleno de compromisos, con un día de 18 horas ocupadas, descansando poco y con muchas necesidades económicas. Me pregunto si puedo sostenerme en este camino que recién se inicia, si mis ánimos serán suficiente y no desfalleceré dejando el sueño inconcluso.
¿A alguien le interesará?
Suponiendo que logre escribir una historia completa, que sea digna y esté bien escrita. Que las fuerzas sean suficientes y mi ánimo no me falle. ¿Hallaré un público al que le interese? ¿Alguien tendrá intenciones de leerla? O la historia quedará tirada en algún rincón de mi vida, sin que haya logrado llegar al corazón de alguien.
¿Conseguiré publicarla?
Cada vez que recorro una librería en búsqueda de algún libro que quiero comprar, me sorprendo al ver las nuevas publicaciones, los temas que eligen las editoriales para lanzarlos al mercado, los autores que tienen la suerte de publicar. Y me sorprendo, en general tristemente, porque veo gente que por el simple hecho de ser popular puede publicar un libro, de lo cual ni siquiera merece hablar sobre su contenido. Vedettes que incursionan en la poesía (calamitosa por cierto), personajes funestos de mala vida que publican sus memorias, habladores de autoayuda que…bueno, para que seguir. Todos ellos tienen un público, una editorial que los respalda y cree en que puede vender sus libros, seguramente sin importarle el contenido de lo que editan.

Hoy continúo en este valle de dudas, cansado y con poco ánimo, sigo caminando por el sendero esperando ver que hay al final del camino.


Palabra de escritor:

"Que no cunda el pánico. A mitad del proceso de escritura de una novela, experimento momentos de ese terror que te revuelve las tripas, mientras contempla las chorradas que me muestra la pantalla y veo más allá, en rápida sucesión: las críticas burlonas, la vergüenza de los amigos, la carrera en declive, los ingresos menguantes, el desahucio, el divorcio… Emperrarse en trabajar durante crisis como esta, sin embargo, me ha llevado a donde he llegado. Abandonar el escritorio durante un rato puede ayudar. Hablar del problema me puede ayudar a recordar qué intentaba conseguir antes de atascarme. Dar un largo paseo casi siempre me hace contemplar mi manuscrito de una manera ligeramente diferente. Y si todo esto falla, queda rezar. San Francisco de Sales, el santo patrón de los escritores, me ha ayudado a menudo a salir de una crisis. Si quieres lanzar tu red más lejos, puedes apelar a Calíope, la musa de la poesía épica."  Sarah Waters