Hay días en
los que me detengo a pensar en el camino recorrido hasta el momento y pienso que
voy demasiado lento. A esta altura debería tener mi novela bien avanzada y me
encuentro que sólo tengo algunos capítulos. Imagino a los grandes escritores
cuando trabajaban en sus obras, en algunos casos viajaban a lugares recónditos
y se aislaban por meses hasta dar a luz su libro, me detengo a pensar si eso es
lo que necesito, viajar, aislarme, retirarme temporalmente.
¿Sería
posible para mi? Creo que no, cuando tenés tantas obligaciones no podés darte
ese lujo, no podes dejar a tu familia (de hecho, tampoco me gustaría) para
hacer ese retiro, las obligaciones laborales tampoco me permitirían escaparme
mucho tiempo, mis estudios profesionales requieren extrema dedicación en esta
etapa.
Aún así,
creo que el hecho de que mi tiempo sea escaso hace que lo valore mucho más y
cada minuto en el que puedo escribir algo lo siento como sumamente importante,
que debe ser bien aprovechado.
Busco entre
los escritores que hicieron historia y me encuentro con Juan Bunyan, tal vez
para muchos un desconocido, pero para otros no tanto. Bunyan fue un escritor y
predicador cristiano inglés que vivió en el siglo XVII, por causa de predicar
sin licencia fue encarcelado durante mucho tiempo. Durante su encierro escribió
una de las obras más recordadas y traducidas de la historia “El progreso del
peregrino”, una alegoría que perdura fresca en nuestros días.
Si bien es
algo extremo pensarlo, no me gustaría que me encierren, ni aislarme tanto para
poder terminar mi historia, prefiero vivir ocupado y avanzar lentamente.
Es lo que
hay y tengo que valorarlo.