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miércoles, 10 de abril de 2019

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Ha pasado tanto tiempo que no dejaba algunas palabras en este viejo diario, pero en estos días sucedió algo que no quería dejar de escribir.
Mi país está pasando por una situación económica crítica. Nada funciona, los negocios cierran, las empresas dan pérdida y despiden gente, la inflación no para, los argentinos se refugian en el dólar y éste se va por las nubes...todo mal.
En este contexto, hace seis meses me quedé sin trabajo. Los días han ido pasando y cada vez me tengo que ajustar más. He intentado recomponerme pero aún no lo he logrado.
En todo este lío y sombrío panorama me he fijado en qué posibilidades tengo. Pues bien, ya se sabe que he publicado en forma independiente algunos libros, por lo que tengo muchos ejemplares impresos en mi casa. Hace unos días decidí llenar un bolso con mis libros y dirigirme al centro de nuestra capital, pensaba venderlos en forma directa a los transeúntes...
Me senté frente al obelisco con dos libros en la mano y miré a los que pasaban indiferentes, pasaron cientos y cientos, sin que yo me animara a ofrecerles mis libros. Después de una hora me dije que no volvería a mi casa sin haberlo intentado por lo menos una vez.
Dos parejas de adultos se encontraban sacándose fotos con el obelisco como fondo, se los veía muy felices. Me dije: les podría ofrecer mis libros a ellos. Esperé el momento, y cuando terminaron con sus fotos pasaron por mi lado, levanté los libros y les dije si les interesaba adquirirlos. Apenas si me miraron sin responderme.
No hay caso, no sobreviviría en la calle como vendedor...y mucho menos sabiendo que cuando ofrezco mi libro estoy ofreciendo mi corazón y mi vida. Cada rechazo puede ser devastador para mi espíritu.
No dejo de confiar en que mi Dios suplirá todas las cosas que me faltan, pero debo reconocer que mi autoestima ha bajado considerablemente en estos días.