Alguna vez
hablé en este mismo diario sobre mis personajes, diciendo que en muchas ocasiones me
daba la impresión de que en determinado momento se detenían a observarme y a
esperar a que les de instrucciones de cómo seguir en la historia, como si yo
fuera un director y ellos los actores. Sucede que cuando escribo suelo
encontrarme con ellos, a conversar acerca de cómo son, que sienten y que harían
en cada paso que les toca actuar en la ficción que estoy creando. Ha
pasado tiempo que no estoy con ellos, ni he vuelto a entrar a sus mundos, casi
que los he abandonado por mis problemas de la vida. Vuelvo a pensar
en lo escrito hasta hoy. Me sumerjo en esta historia que suplica por su final, paseo por sus escenarios y los lugares donde se desarrolla todo, la imagen es la de una ciudad abandonada, con maniquíes inertes como únicos habitantes, como si se tratara de un ensayo nuclear de los años '50. La
contemplo como a un universo congelado en el tiempo, esperando por mí, a que me
digne nuevamente a apreciarla y a devolverle la vida. Creo que la
merece.
Este es el camino recorrido por alguien que un día fue poseído por un sueño grandioso: escribir y publicar su primera novela.
Seguidores
martes, 18 de junio de 2013
jueves, 13 de junio de 2013
Hundido
Cuando era
niño, hace un tiempito por cierto, recuerdo que disfrutaba mucho jugar a la
batalla naval. Aquel juego tan simple del que sólo necesitábamos dos
jugadores, unas hojas cuadriculadas y una lapicera cada uno. Tan distinto a los
juegos que hoy tienen los chicos, como la play, la compu o los mismos
celulares, en los que pasan horas y horas en forma solitaria, casi autista diría. Aquel juego de la batalla consistía en armar en tu hoja cuadriculada una cuadrilla
de 10 x 10, con doble entrada, por un lado números del uno al diez y por el
otro las letras de la A a la J y pintar separados algunos casilleros de 4, 3, 2
y 1 unidades, que representaban la ubicación de tus “barcos”. La guerra
comenzaba y uno debía dar una vez por turno las coordenadas tratando de acertar
donde el rival tenía ubicados estratégicamente sus barquitos. Cuando le dabas a
uno grande (de varios casilleros) era obligatorio reconocer que había sido “tocado”,
cuando te habían adivinado la ubicación del barco completo tenías que declarar
el “hundido”. La guerra terminaba con el primero que lograba adivinar la
ubicación de todos los barcos del contrario, generalmente el último barco al
que le acertabas era uno de los que ocupaban un solo casillero, el barco más
chiquito.
Aviso de cierre de cuenta bancaria. No hay recursos. Desolación. Ayer dieron
en mi último barquito.
Hundido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)