Hace pocos días,
estando en una clase de la universidad, un profesor nos preguntó a todos los
alumnos sobre cuales son nuestras ambiciones y sueños, la mayoría de mis
compañeros respondieron naturalmente sobre cosas relacionadas con lo que estamos estudiando:
hacer negocios, dirigir empresas y otras similares. Mi respuesta fue: escribir, a
lo que el profesor algo extrañado me preguntó: ¿escribir por escribir nada más?
La pregunta me causó algo de gracia, creo que hay ciertas personas a las cuales las
ficciones y novelas les son de escaso interés o la comprenden poco, su lectura habitual
está más orientada a la economía mundial, declaraciones políticas o los números
de la inflación, les cuesta meterse en una fantasía o en descubrir personajes creados
por la imaginación de otras personas. Creo que es un desafío para los que
escribimos, que ese “escribir por escribir”, en realidad sea una forma de
desafiarnos a crear historias que cautiven a las personas, que aquellos que nos
leen sientan que no escribimos por escribir sino que verdaderamente tenemos
algo que decir a través de nuestros personajes y nuestros relatos.
Ayer
almorzamos con un compañero de trabajo quien también es una de esas personas
que no suelen agarrar libros de novelas o ficciones, conversando con él sobre
distintos temas salió en la charla el asunto de que me gusta escribir, que
tengo un par de blogs y que estoy trabajando en una historia grande, le comenté
sobre algunos relatos que había creado, entre ellos el del chico que va a ser
padre y lucha por tener la adopción, noté en su expresión el entusiasmo que
despertó mi historia y me pidió que se la envié urgente para conocerla. Creo
haberlo cautivado con ese relato, por supuesto, se la envié inmediatamente.
De eso se
trata.