Serás inolvidable
para muchos de nosotros querido Alberto.
Este es uno de
esos momentos en el que a uno lo abrigan un sinfín de sensaciones. La partida
de alguien con el que compartimos algún momento de nuestras vidas siempre nos
deja la sensación de vacío y de que
irremediablemente algo en nosotros también se muere. Porque en definitiva, ese
es el destino inevitable de todos: el de que algún día tendremos que dejar este
mundo terrenal.
Pero también me abraza la esperanza. Porque vos
Alberto, allá hace tiempo, conociste el
camino del Señor y decidiste servirlo durante toda tu vida. Vi tu faceta de
obrero aprobado hace tiempo, y aunque no te conocí en tu lado pastoral, puedo
ver que tu obra dejó una huella, por lo que no tengo ninguna duda que hiciste bien
lo que Dios te mandó.
Qué decir del recuerdo que me enternece.Te conocí
en aquellos tiempos cuando eras un creyente firme en la iglesia de mi barrio y
yo daba mis primeros pasos como recién convertido. Nos hicimos amigos rápidamente,
porque de distintas maneras los dos ayudábamos en la obra. Me detengo, revuelvo en las arenas del tiempo y me viene tu imagen ¡Siempre sonreías! Y
mirá vos, que ahora cuando me pongo a revisar tus últimas fotos encuentro que
siempre mantuviste la sonrisa.
Fueron muchas las
cosas compartidas en aquellos años, ahora lejanos y pintados de gris nostalgia
en mi memoria. Me acuerdo que, aparte de esforzarte en la obra, también tenías
tu responsabilidad dándole tus horas semanales al trabajo de manejar un transporte.
Y me sorprendió varias veces encontrarte un sábado a la noche en un cumple de
15 o casamiento, porque yo hacía mis horas extras filmando y vos como mozo
contratado, ya que los dos teníamos una familia grande que atender y un solo
trabajo no alcanzaba para parar la olla.
Conocí en el
mismo tiempo a tu maravillosa familia: a Zulema tu compañera, a tus hijos
Diego, Patricia y Ezequiel, con el que últimamente nos vimos un poquito más. Me
doy cuenta que diste buenos frutos Alberto, porque también tuviste la bendición
de ver crecer a tus nietos. Ojalá sientan pronto el consuelo divino.
Y ahora, ante
esta noticia de tu partida, esa lágrima que quiere asomar en mis ojos busca una
explicación, y me pregunta por qué debería salir si ya hacía tanto que nuestros
caminos no se cruzaban y apenas si sabíamos en qué andaba cada uno. Lo pienso y
me doy cuenta de que es porque te ganaste el cariño de todos los que te
conocieron y pudieron estar, aunque sea un momento, junto a vos en este camino
que es la vida.
Y quedará en mi
memoria tu voz, tu imagen y tu sonrisa dibujada en la eternidad, porque ahora
sos una estrella más que brilla al lado del Señor. Esperanos, algún día iremos
a encontrarnos otra vez.
Mientras tanto
aquí, serás inolvidable para muchos de nosotros querido Alberto Eurard.
Y oí una voz del
cielo que decía: Escribe: ``Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante
mueren en el Señor. Sí--dice el Espíritu-- para que descansen de sus trabajos,
porque sus obras van con ellos. Apocalipsis 14:13
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