Cuando era
niño, hace un tiempito por cierto, recuerdo que disfrutaba mucho jugar a la
batalla naval. Aquel juego tan simple del que sólo necesitábamos dos
jugadores, unas hojas cuadriculadas y una lapicera cada uno. Tan distinto a los
juegos que hoy tienen los chicos, como la play, la compu o los mismos
celulares, en los que pasan horas y horas en forma solitaria, casi autista diría. Aquel juego de la batalla consistía en armar en tu hoja cuadriculada una cuadrilla
de 10 x 10, con doble entrada, por un lado números del uno al diez y por el
otro las letras de la A a la J y pintar separados algunos casilleros de 4, 3, 2
y 1 unidades, que representaban la ubicación de tus “barcos”. La guerra
comenzaba y uno debía dar una vez por turno las coordenadas tratando de acertar
donde el rival tenía ubicados estratégicamente sus barquitos. Cuando le dabas a
uno grande (de varios casilleros) era obligatorio reconocer que había sido “tocado”,
cuando te habían adivinado la ubicación del barco completo tenías que declarar
el “hundido”. La guerra terminaba con el primero que lograba adivinar la
ubicación de todos los barcos del contrario, generalmente el último barco al
que le acertabas era uno de los que ocupaban un solo casillero, el barco más
chiquito.
Aviso de cierre de cuenta bancaria. No hay recursos. Desolación. Ayer dieron
en mi último barquito.
Hundido.
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